
Pero hay más. Nos preguntamos -es una forma de hablar- cómo puede ser que Estados Unidos haya enviado helicópteros, inmensos buques y más de 15.000 soldados para no conseguir llevar los alimentos que llenan los almacenes del aeropuerto ni siquiera al 10% de la población hambrienta. Eso sí, con una resonancia mediática incomprensible dado el escaso resultado que han conseguido. Y nos preguntamos si no será otra la intención de EE UU, aunque siempre habrá alguien que nos acusará de malintencionados o agoreros, cuando no hacemos más que remitirnos a la experiencia histórica. Y nos seguimos preguntando: ¿Por qué no enviaron ese ejército a Nueva Orleáns cuando ocurrió la catástrofe que los dejó sin hogar ni comida? Tal vez porque allí no había nada que invadir, nos dicen los más pesimistas, u optimistas, depende de cómo se mire.
La prensa, en cambio, no ha hablado en ningún momento de los más de mil integrantes del personal sanitario y médico cubano que se han añadido a los 170 que ya estaban en la isla desde hace años, intentando paliar un situación sanitaria absolutamente desatendida. Pero ya se sabe que a Cuba no se le reconoce jamás mérito alguno, y menos si hay que compararlo con los méritos del emperador del mundo.
Otra cuestión: ¿Dónde están los políticos y los ricos de Haití, ese 6% de la población que vive en el lujo en barrios no contaminados por la pobreza ni, al parecer, tampoco atacados por el terremoto? No pueden haber huido a Miami como cuando van de compras, porque el aeropuerto estaba colapsado, o de todos modos han cogido sus aviones particulares y se han ido. Tal vez, bien pertrechados en sus magníficas viviendas que aparecieron brevemente en televisión, contemplan desde lejos un panorama desolador, más desolador aún que el que han contemplado durante toda su exquisita vida.
¡Pobre Haití!
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