Radio Rebelde
El 8 de octubre de 1967 en la Quebrada del Yuro en Bolivia, Ernesto Che Guevara libró su último combate. Al ser herido y con su arma inutilizada fue hecho prisionero y al día siguiente asesinado en la escuela de La Higuera.
Mucho antes que eso sucediera el Che había expuesto consideraciones acerca de su posible muerte en los nuevos campos de batalla donde daría su aporte internacionalista.
En la carta de despedida escrita en 1965 al salir de Cuba para dar su contribución a la lucha revolucionaria de otros pueblos ya el Che había señalado al resumir el gran amor que sintiera por el pueblo cubano y su gran hermandad con Fidel: “Que si me llega la hora definitiva bajo otros cielos, mi último pensamiento será para este pueblo y especialmente para ti.”
Algo más de dos años después en un mensaje enviado a la Revista Tricontinental, el Che, que ya se encontraba en esos momentos en tierras de Bolivia, volvería a hacer referencia explícita a la posibilidad que existía que se produjera su caída en el cumplimiento de esa nueva misión internacionalista que se había planteado.
Entonces el Che planteó: “En cualquier lugar que nos sorprenda la muerte, bienvenida sea, siempre que ése, nuestro grito de guerra, haya llegado hasta un oído receptivo, y otra mano se tienda para empuñar nuestras armas, y otros hombres se apresten a entonar los cantos luctuosos con tableteo de ametralladoras y nuevos gritos de guerra y de victoria.”
El Che tuvo una vida breve pero fecunda. Su existencia tan sólo se prolongó por 39 años.
Desde muy joven empezó a conocer la realidad de los pueblos de América Latina al efectuar recorridos por varios países de la región acompañado de un gran amigo suyo.
Años más tarde, tras el triunfo de la Revolución Cubana, en una conferencia que impartió el 19 de agosto de 1960 a los trabajadores del Ministerio de Salud Pública recordó el significado que tuvo en su vida y en su transformación de simple médico a revolucionario ese transitar por zonas de Latinoamericana y sobre todo ese contacto con sectores humildes y explotados, como sería el caso de los mineros en el territorio chileno o los enfermos de lepra en Perú.
El Che detalló en dicha conferencia: “Y empecé a ver que había cosas que, en aquel momento, me parecieron casi tan importantes como ser un investigador famoso o como hacer algún aporte substancial a la ciencia médica; y era ayudar a esa gente”.
Explicó en esa oportunidad que tras haber vivido otras experiencias singulares aquilató que él anhelaba ser un médico revolucionario, pero lo primero que había que lograr era hacer la Revolución puesto que de nada servía el esfuerzo aislado, individual, de un profesional para transformar la caótica realidad que padecían los pueblos.
Cuba sería el escenario donde el Che Guevara pudo desenvolverse hasta alcanzar un sólido prestigio no sólo como combatiente sino también como dirigente revolucionario.
En México fue que entró en contacto con Fidel Castro en 1955 y bastó una conversación de varias horas entre ellos para que él decidiera dar su apoyo resuelto a la lucha de liberación nacional en el territorio cubano.
Fue así como formó parte del grupo de 82 expedicionarios que llegó a Cuba el 2 de diciembre de 1956.
Tras haber sido sorprendida y diezmada la tropa rebelde, tres días después del desembarco, ante un ataque sorpresivo por parte de las fuerzas de la dictadura el Che fue uno de los pocos combatientes que logró reagruparse con Fidel en el transcurso del propio mes de diciembre y con el decursar de pocos meses sobresalió por sus condiciones como integrantes de la tropa rebelde e incluso fue al primero que Fidel le otorgara el grado de Comandante.
Durante la lucha en Cuba se destacó por haber conducido en forma exitosa una columna rebelde desde la zona oriental hasta la parte central de Cuba y después por haber dirigido la batalla de Santa Clara.
Tras la victoria popular de enero de 1959 el Che fue uno de los principales dirigentes de la Revolución Cubana. Con singular modestia y entrega total desempeñó a cabalidad importantes responsabilidades y fue un abanderado del trabajo voluntario.
A su vez con su palabra vibrante mucho contribuyó a la educación política del pueblo y de modo muy especial de los trabajadores que laboraban en el Ministerio de Industrias que él dirigió desde 1961 hasta que se marchó de Cuba en 1965.
Han transcurrido 43 años desde que el Che librara su último combate desde el punto de vista físico, pero hoy con la fuerza de su ejemplo, con la trascendencia y vigencia de los principios que expuso y que estuvieron en plena correspondencia con su modo de actuar, él sigue dando su aporte a la lucha por un mundo mejor, y es que el Che sigue siendo fuente de motivación y enseñanza.
Patrimonio de América Latina y del mundo, más que de un país en específico donde naciera, luchara o muriera, Ernesto Guevara de la Serna ha devenido en símbolo para millones de hombres y mujeres en diferentes partes del orbe y, de manera esencial, fuente de motivación para los niños cubanos que proclaman como aspiración ser como el Che.
Baste en Cuba – y también en diferentes latitudes – tan solo decir Che para identificar de inmediato al Guerrillero Heroico, al hombre que, como proclamó en carta dirigida a sus padres, supo andar con su adarga al brazo dando una contribución a la lucha de los pueblos por su verdadera independencia.
Nacido en 1928 en Argentina, desde muy joven demostró un carácter rebelde, arriesgado, audaz, una férrea voluntad y una gran sensibilidad entre la realidad de los pueblos del continente, la cual apareció en forma directa en los recorridos que hizo tanto por su país natal como por otras tierras de América.
Cuando era estudiante de medicina puso sus conocimientos al servicio de los necesitados, pero después llegó a aquilatar que el mal mayor que lastraba la vida de millones de hombres y mujeres solo podía ser atenuado o curado con profundas transformaciones políticas, sociales y económicas, y que para ello resultaba necesario hacer primero la revolución.
Atento al palpitar de los pueblos en la lucha por una vida más plena, desistió en 1953, después de obtener su título de médico, de viajar a Venezuela, donde un íntimo amigo podía conseguirle una plaza bien remunerada.
Entonces enrumbó de nuevo por tierras de Latinoamérica y tras recorrer varios países llegó en diciembre de 1953 a Guatemala donde un gobierno nacionalista, democrático, y progresista había desafiado la amenaza de los monopolios norteamericanos.
Varios meses después vivió allí una singular experiencia al ser testigo de cómo mediante el empleo de la fuerza, con la utilización de mercenarios, el imperialismo yanqui aplastaba al gobierno de Jacobo Arbernz, destruía las aspiraciones del pueblo guatemaltesco e imponía una dictadura militar.
Ante la situación creada en ese país centroamericano, tanto Ernesto Guevara como otros exiliados – entre los cuales estaban varios cubanos que habían participado junto a Fidel Castro en el ataque a las fortalezas militares el 26 de julio de 1953 – tuvieron que salir de Guatemala.
Con posterioridad, un encuentro casual en la capital mexicana entre el ya identificado como Che – por su procedencia Argentina – y uno de esos jóvenes cubanos, propicio su futura incorporación al grupo revolucionario que se preparaba para regresar a Cuba y proseguir la lucha revolucionaria.
En 1955 Fidel Castro y Ernesto Guevara se conocieron y bastó una conversación de unas horas para que surgiera entre ellos una plena identificación, acrecentada con el decursar de los años.
El 2 de diciembre de 1956 Ernesto Guevara formaba parte del grupo de 82 expedicionarios que llegaron a Cuba a bordo del yate Granma.
En el médico de la tropa muy pronto se evidenciaron cualidades de aguerrido combatiente, hasta que el propio desarrollo de la lucha lo convirtió en uno de los más capaces jefes del Ejército Rebelde, al punto que fue uno de los seleccionados por Fidel Castro para dirigir una columna encargada de la difícil misión de realizar la invasión desde la zona oriental hasta la provincia central de Cuba.
Convertido en una especie de leyenda, después del triunfo de la Revolución el Che caló muy hondo en el corazón del pueblo cubano por su sencillez, modestia, capacidad y plena dedicación al trabajo.
Activo constructor de la sociedad socialista, junto al cumplimiento de las altas responsabilidades que le fueron encomendada solía realizar frecuentes trabajos voluntarios en fábricas, instalaciones portuarias y en áreas agrícolas.
El contacto directo con las masas constituía para él un principio inviolable que cumplía en sus cotidianas visitas a fábricas e incluso compartiendo labores con aquellos que realizaban su faena en condiciones difíciles o peligrosas, como era el caso de las minas de Matahambre en la provincia más occidental de Cuba.
Al Che también se le vio combatir con la palabra en las tribunas internacionales, denunciando la voracidad imperialista y haciéndose eco del sentir de los pueblos en sus luchas contra el sojuzgamiento y la explotación y por el derecho a una vida más plena.
Un día de 1965 el pueblo cubano y el mundo comenzaron a notar su ausencia tras haber regresado de una extensa gira por varios países africanos.
La reacción internacional trató de aprovechar la situación para especular y crear divisiones en el seno del movimiento revolucionario, pero el 3 de octubre de ese año, cuando se constituía el Comité central del Partido Comunista de Cuba, su entrañable compañero Fidel Castro explicó las razones por las cuales él no se encontraba en nuestro país.
En la carta de despedida, el Che le decía a Fidel: “Otras tierras del mundo reclaman el concurso de mis modestos esfuerzos. Yo puedo hacer lo que te está negado por tu responsabilidad al frente de Cuba, y llegó la hora de separarnos...”
Algún tiempo después se supo que Bolivia había sido el escenario escogido por él para continuar la lucha revolucionaria de los pueblos de Nuestra América. Y allí, el 8 de octubre de 1967, libró su último combate.
Más la desaparición física no borró la significación de su vida porque su ejemplo, cual semilla caída en tierra fértil, germinó en el clamor y la acción de los pueblos, en la obra de la Revolución que ayudó a forjar, y de manera esencial en la aspiración de las más jóvenes generaciones de cubanos quienes así lo reflejan en el lema de su organización: ¡Pioneros por el comunismo, seremos como él Che!
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