La lucha obrero estudiantil expresada con furia en las calles de la docta ciudad hizo estallar las estructuras de poder del régimen militar y aniquiló las intenciones de Onganía de perpetuarse en el gobierno que usurpó el 28 de junio de 1966, tras destituir al presidente constitucional Arturo Humberto Illia.
El cordobazo del 29 de mayo de 1969, fue la más contundente rebelión popular contra la dictadura militar del entonces teniente general Juan Carlos Onganía. Para llevar adelante sus planes golpistas Juan Carlos Onganía contó con el apoyo de distintos sectores de la derecha Argentina, además de la sorprendente adhesión de la burocracia sindical nacional, liderada por el metalúrgico Augusto Vandor. Pero la proclamada intención del líder de la autodenominada “Revolución Argentina” de convertirse en “el salvador de la Patria” comenzó a diluirse a poco de llegar a la Casa Rosada.
Primero arremetió contra las Universidades Nacionales a las que intervino, echando a sus autoridades, golpeando indiscriminadamente a profesores y alumnos cuando el 29 de Julio de 1966 la policía ingresó a la Universidad de Buenos Aires, protagonizando lo que pasaría tristemente a la historia como “La noche de los bastones largos”.
Córdoba también sufrió el embate de la dictadura contra la autonomía universitaria y los estudiantes se movilizaron a través de sus asambleas y sus protestas callejeras con actos relámpagos que “enloquecían” a los represores.
El accionar policial se intensificó y en la noche del 22 de agosto de 1966, los enfrentamientos en el centro de la ciudad se agravaron y los servidores del orden la arremetieron contra los periodistas que cubrían los hechos como un anticipo de la violencia que horas después se desataría contra los ocupantes de las distintas facultades de la Universidad Nacional de Córdoba.
La lucha estaba planteada y el 12 de setiembre de ese mismo año un estudiante-obrero, Santiago Pampillón caía herido de muerte en inmediaciones de la Galería Cinerama.
Tras proscribir las actividades políticas y gremiales, el régimen de Onganía buscó arrasar las conquistas sociales y salariales de los trabajadores pretendiendo abolir el “sábado inglés” junto a otros beneficios de los obreros de la Córdoba industrial.
Con sus planes dictatoriales Onganía no hizo más que alentar las luchas populares.
Córdoba se convirtió en el centro de las protestas que tuvieron sus antecedentes dramáticos en Rosario Corrientes y Tucumán, donde jóvenes obreros y estudiantes como Juan José Cabral, Adolfo Bello y Luís Norberto Blanco, pagaron con su vida la resistencia al atropello del gobierno Nacional.
La represión fue sangrienta, pero ni el violento accionar policial ni la prisión impuesta a los dirigentes sociales lograron acallar la lucha que se fue galvanizando en las fábricas, en las asambleas estudiantiles y en los sectores barriales de la ciudad.
Desde los albores del histórico mes de Mayo de 1969 y a medida que crecían las protestas, aumentaba también la solidaridad de la población que se evidenció una y otra vez, cuando las fuerzas policiales fueron impiadosas contra los manifestantes obreros o estudiantiles.
En ese clima se arribó a la última semana de mayo. Desde la CGT Nacional se dispuso un paro por 24 horas para el 30 de mayo en adhesión a la lucha de los gremios cordobeses, pero sin concurrencia a los lugares de trabajo y sin movilizaciones.
En Córdoba, el movimiento obrero estaba dividió en tres sectores: La CGT Azopardo, encabezada por el panadero Miguel Godoy que respondía a la ortodoxia peronista y la CGT Legalista, pluralista en su integración y liderada por Miguel Correa. A este nucleamiento adhería el sector independiente que tenía como máximo referente a Agustín Tosco. Estos dos últimos sectores se opusieron a la intención de realizar un nuevo “paro matero” advirtiendo que si en Córdoba el paro no era con movilización no adherirían a la protesta.
El plenario conjunto, en el que también fueron figuras relevantes los secretarios generales del Smata, Elpidio Torres y de la UTA, Atilio López, dio lugar a un amplio debate acordándose realizar un paro activo de 36 horas los días 29 y 30 de mayo con movilización y la adhesión de la huelga universitaria.
Allí quedó firme la decisión de realizar el 29, una gran protesta en el centro de la ciudad. Con concentración frente a la vieja casona de la CGT en la avenida Vélez Sársfield, “venciendo todas las barreras represivas” de las fuerzas del órden.
La historia de ese jueves 29 de Mayo es por demás conocida.
Las columnas de los trabajadores de Ika Renault, Fiat, Transax, Materfer, y de todo el cordón industrial avanzaron a media mañana hacia el centro de la ciudad, al igual que los trabajadores de Luz y Fuerza, gráficos y mercantiles, además de los estudiantes universitarios.
Las intenciones de los organismos de seguridad de “frenar el avance a cualquier precio” de las columnas obreras y estudiantiles, originaron graves enfrentamientos como los que se produjeron en las cercanías del Parque Sarmiento; del barrio Clínicas y de la Plaza Vélez Sársfield. En este último lugar la policía al verse desbordada apeló a las armas de fuego y en esas circunstancias cayó herido Máximo Mena, constituyéndose en la primera víctima de la violenta represión.
La noticia de su muerte enardeció aún más a los manifestantes. La protesta se generalizó y las barricadas se levantaron a lo largo y ancho del centro cordobés. Se quemaron concesionarias de automóviles y también la sede de la empresa norteamericana Xerox, junto a otros edificios públicos que fueron saqueados.
Pasado el mediodía la policía se vio totalmente desbordada y buscó refugió en el Cabildo, donde tenía entonces su sede central.
La rebelión se extendió a todos los barrios y recién al caer la tarde y después de muchas amenazas el Ejército salió a la calle comandado por el titular de la Cuarta Brigada de Infantería Aerotransportada, general Jorge Carcagno. Su presencia fue resistida por los manifestantes particularmente en la zona del Clínicas. Con dificultad los soldados pudieron establecerse en las primeras horas de la noche del 29 en la esquina de 9 de Julio y General Paz, constituyendo el primer comando de emergencia.
Esa noche fue una de las más tensas que se vivió en muchos años. El toque de queda no alcanzó para calmar totalmente los ánimos y la presencia de francotiradores limitó el accionar de las fuerzas de seguridad, que recién en la mañana del sábado 31 logaron restablecer la calma.
Oficialmente se dijo que los muertos fueron 14, sin darse mayores detalles. Unos 500 manifestantes, entre ellos dirigentes obreros y estudiantiles, fueron detenidos llevados al Tercer Cuerpo de Ejército y sometidos a Consejo de Guerra, recibiendo graves condenas.
Dirigentes como Elpidio Torres, del Smata, Atilio López de UTA, Agustín Tosco (Luz y Fuerza) y Miguel Correa (maderero), fueron detenidos. Algunos llevados a cárceles del sur del país con largas condenas, pero amnistiados meses después.
A 40 años de ese hecho histórico, sigue abierto el debate sobre si el “cordobazo” fue
una revuelta espontánea o una acción organizada. Poco interesa detenerse en esa discusión cuando sobresale la lucha de trabajadores y estudiantes, unidos contra un régimen de oprobio y destrozando a la vez los planes del dictador Juan Carlos Onganía de perpetuarse en el poder, al que abandonaría pocos meses después.
La historia del cordobazo dejó marcado ese ejemplo de las luchas populares y quienes sucedieron a Onganía debieron flexibilizar las medidas y convocar a elecciones para devolver el gobierno al pueblo. Después vendría otro capítulo mas grave en la historia reciente del país cuando la más sangrienta dictadura militar impuso el terrorismo de Estado.
Juan Carlos Toledo (PRENSA RED)
Juan Carlos Toledo es periodista. El 29 de mayo de 1969, cubrió los hechos para Los Principios. Trabajó en ese diario desde enero de 1969 hasta junio de 1978. Luego pasó a formar parte de La Voz del Interior hasta que se jubiló, tiempo atrás. En 1958, se inició en la emisora LV2. En 1977, fue despedido mientras era delegado paritario y presidente de la Mutual de LV2.
Foto: Argentina, Córdoba – El dirigente Agustín Tosco al frente de una columna obrera durante el Cordobazo.
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