Por primera vez, desde la dictadura franquista, le tocó al gobierno español del socialista Zapatero, declararles la guerra a los trabajadores aplicando la ley del generalísimo.
El “estado de alarma” decretado ante el paro de los controladores, le otorga poderes excepcionales a los socialistas franquistas y les permite militarizar los lugares de trabajo considerados esenciales.
El gran estadista José Luis Zapatero, eximio amigo de kirchneristas y opositores de todo pelaje gorila en nuestro país, salió como un vulgar pistolero a quebrar una huelga de trabajadores a punta de revólver y amenazas.
Los controles de los aeropuertos españoles fueron puestos bajo mando militar y los trabajadores que reclamaban por mejoras salariales y laborales declarados “movilizados” bajo órdenes de las jefaturas de las fuerzas represivas, en un reconocimiento tardío por parte del PSOE de lo que fue la versión frondicista del plan Conintes en nuestro país.
Podrían ser: Teresa, Concha, Manuel, Juan José o cualquier otro trabajador de los controles aéreos españoles -que sintieron el metal duro del mortífero caño del arma de fuego en sus costillas “invitándolos” a volver a sus tareas por parte del PSOE- los que han hecho una experiencia concreta con la centro izquierda en el poder y los que ven azorados, como el plan represivo de la derecha del “Partido popular” encuentra sus mejores ejecutores entre los socialistas gobernantes.
Podría ser peor aun, todavía pesa sobre los trabajadores la amenaza de despidos, causas penales por sedición y posibles sentencias a cumplir en las negras cárceles de la monarquía constitucional española, que ha decidido dar el salto del internacional “porque no te callas”, al casi nacional “si paras te mato o te meto preso”.
Por si fuera poco, todas estas arbitrariedades dispuestas para romper una huelga parecen no alcanzarle al centroizquierdista Zapatero, y entonces amenazó con extender el plazo del “estado de emergencia” sin límites, “conteste -justifican- con una opinión pública que reclamó “medidas ejemplares contra una elite de privilegiados que es la mejor pagada de Europa”. La falta de vergüenza no es sola argentina y, en épocas de crisis, tiene un alcance internacional
El gobierno de Zapatero, conviene recordarlo, no es más que la versión imperialista de lo que sería una mixtura a nivel nacional de un gobierno entre el kirchnerismo y el radicalismo en el poder (¿Imposible? ver gráficamente CFK y Julio Cobos). En el primer caso por los intereses que representa y a los que está asociado (telefónicas- Repsol- mineras-juego); en el segundo por la representación internacional socialdemócrata que agrupa a las fuerzas alfonsino-cobistas.
Zapatero, en apenas unos días, se volvió un pistolero y se pegó el faltazo sin aviso a una mediocre “Cumbre Iberoamericana”, realizada en Mar del Plata, porque la crisis económica internacional que corroe la economía capitalista en Europa, tiene en España, así como en Portugal, Irlanda, Francia, Grecia, Italia, y próximamente Alemania, sus más feroces exponentes; lo que obligan a los gobiernos, tanto de centroizquierda como de derecha, al empleo de la represión más abierta y descarnada, como dispositivo que logre el ajuste de los cinturones obreros y el salvataje de los bancos que en su caída arrastran a la crisis y a la bancarrota a sus propios Estados.
Las grandes huelgas que viene sacudiendo al continente europeo desde mediados de año impiden por ahora, y hasta que el movimiento obrero no atraviese un momento de relativo reflujo el armado de pactos sociales “a la argentina”. Con las direcciones burocráticas de las grandes centrales sindicales europeas desbordadas o en la parálisis; inclusive con algunas consideradas ante los ojos de los sectores obreros más combativos como caídas en el campo de la traición directa a sus bases; la lucha en contra del ajuste se abre a un panorama de una multitud de conflictos parciales que se desatan permanentemente y que son declarados como “huelgas salvajes” tanto por los gobiernos reaccionarios o por los “progresistas”, según sea el caso. Esto es, huelgas inorgánicas y por fuera del control burocrático.
Y por casa…?
La presidenta Cristina Kirchner, escudada por gobernadores de la provincias petroleras; el jefe de los negocios en todo lo que tenga que ver con el campo de los recursos naturales, Julio De Vido ; junto a representantes de YPF, Pan American Energy, Petrobras Argentina, Pluspetrol, Tecpetrol y Total Austral y un nutrido grupo de sindicalistas pactistas; firmaron hace apenas 10 días atrás un acuerdo que, con el pomposo y pretencioso titulo de “Acuerdo Nacional de Promoción del Diálogo Social en la Industria Hidrocarburífera”, vuelve a ser el primer intento, después de la muerte de Néstor Kirchner; de la enésima renovación de un Pacto Social, que permita mantener disciplinados los reclamos obreros en un 2011 que se presenta convulsivo y con aires de estallido.
Dejando de lado -por el carácter estratégico que involucra este acuerdo, que se intenta a largo plazo- que se podría considerar fracasado apenas una semana después de firmado, ya que los tercerizados de las petroleras en el sur volvieron a los piquetes y las huelgas; tanto el oficialismo como la patronal y la burocracia pactista intentan que el sentido de este acuerdo social supere la formalización de un pacto en las hidrocarburíferas, para que el "diálogo social" se extienda a todas las ramas laborales. La idea es que se mantengan congelados los salarios por los 10 meses que llevan de enero a octubre de 2011.
Tanto la patronal como el oficialismo, esperan encontrar garantías por parte de las centrales sindicales de que no habrán sobresaltos luego de las firmas, en los primeros meses del año, de aumentos salariales en paritarias, que algunos hacen llegar apenas hasta un 18% para todo el año, que por otra parte tiene calculada un inflación por encima del 30%. Como se ve la cosa se presenta difícil antes del proceso electoral en el que la presidenta pretende ser reelegida.
El acuerdo social es el principal eslabón en la cadena reelectoral, y sin embargo la supuesta fortaleza conseguida por el kirchnerismo para hacerlo posible no es más que una intención.
El movimiento obrero en particular, y los trabajadores en general, están lejos de pactar -aceptar- una rebaja salarial cuyo único objetivo sea posicionar como buenos pagadores al gobierno kirchnerista de cara al FMI.
Por otra parte todo un sector de la burocracia tiene sus prevenciones para atarse a semejante pacto de congelamiento salarial, por algunas razones:
- en los lugares de trabajo corren entre las bases de sus sindicatos regueros de aires nuevos que le vienen soliviantando “la tropa” que ya empezaron por echar a patadas a los delegados más relacionados con el aparato burocrático. Cualquier acuerdo de congelamiento en medio de un clima inflacionario daría un importante empuje a esta tendencia.
- Por otro lado la cuestión de que se realicen investigaciones en tormo a la mafia de los medicamentos, que mantiene preso a Zanola y amenaza a Moyano, es otro elemento de presión para confirmar el pasaje del gobierno a una política que clausure estas causas, si es que quiere pactar.
- Todo pacto de este tipo va a necesitar una mayor tercerización de la represión. El reclamo es que se dejen de joder con Pedraza y el gallego Fernández, responsables del asesinato de Mariano Ferreira.
- La inscripción del sindicato del subte, no le da todas las garantías de que el gobierno quiera ir a fondo en esta política. Tomada se ha mostrado débil tanto frente al reclamo de los trabajadores del subte; como frente al triunfo de los tercerizados del Roca lo que le resta al negocio burocrático.
La oposición
Los libretistas del kirchnerismo no sólo hacen chistes en TVR o 6,7,8; los hacen también, y sobretodo, en sus análisis políticos y ahora resulta que los muchachos de la oposición andan desperdigados y desorientados porque, como Kirchner se murió se quedaron sin argumentos para atacar al gobierno. Para ellos, Néstor no sólo ordenaba al oficialismo sino que era un referente para ordenar a toda la oposición.
Interesante argumento aunque falso de falsedad absoluta.
La oposición desaparece, se degrada, se divide, simplemente porque el gobierno le robó el programa. Los que siempre plantearon “pagar la deuda con el esfuerzo de los argentinos” ¿que pueden decir hoy? Que los acuerdos de pago al Club de París van viento en popa ¿Los que plantearon la necesaria seguridad jurídica del Indek? ¿Qué mayor seguridad que la entrega de las estadísticas del instituto al FMI? Lo mismo con aquellos que reclamaban una mayor intervención del estado en los cortes de ruta y las usurpaciones de la propiedad privada ¿que clase de competencia pueden resultar estos tibios frente al kirchnerista Insfran?
Una nueva frustración
A esta altura de los acontecimientos queda por ver si la progresividad pequeño burguesa y algunos sectores populares pueden asimilar al kirchnerismo como una nueva experiencia fracasada de una burguesía local latinoamericana, que luego de intentar consolidar un tipo de nacionalismo con contenido capitalista que pudiera coexistir “dignamente” con las grandes corporaciones multinacionales y los organismos internacionales de crédito termina “bajándose los pantalones”. Poco política la metonimia pero al alcance de un ministro de economía.
Este apolillado camino, que las burguesías nacionalistas intentan recorrer en nuestro continente una y otra vez a lo largo de la historia, ha dejado un tendal de frustraciones y fracasos entre sectores obreros y juveniles, que creyeron volver a encontrar entre las reliquias del museo discursivo nacionalista una opción liberadora a la opresión nacional.
El final de la historia de tan parecido aburre: luego de una serie de escarceos que nunca llegan a transformarse en medidas concretas los gobiernos nacionalistas se atan sin más al carro de los poderosos en función del primado “de la lógica de la racionalidad” que indica que no nos podemos aislar del mundo sin sufrir las consecuencias.
El 2011 está acá a la vuelta, las experiencias en medio de las crisis se aceleran; sino pregúntenle a los controladores españoles como un zapatero se volvió pistolero.
Daniel Cadabón